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domingo, 30 de junio de 2013

Antonio Canova




Antonio Canova (Possagno, 1 de noviembre de 1757 - Venecia, 13 de octubre de 1822) fue un escultor y pintor italiano del Neoclasicismo. Su estilo estuvo inspirado, en gran medida en el arte de la Antigua Grecia y sus obras fueron comparadas por sus contemporáneos con la mejor producción de la antigüedad, fue considerado el mejor escultor europeo después de Bernini. No tuvo discípulos directos, pero influyó en la escultura de toda Europa sobre su generación manteniéndose como una referencia durante todo el siglo XIX, especialmente entre los escultores de la comunidad académica. Con el auge de la estética del arte moderno cayó en el olvido, pero su posición se reanudó a partir de mediados del siglo XX. Considerado por sus contemporáneos tanto como un modelo de excelencia artística como de conducta personal, desenvolvió importantes actividades en beneficio y apoyo de los artistas jóvenes. Fue director de la Academia de San Lucas de Roma e inspector general de Antigüedades y de Bellas Artes  de los Estados pontificios y recibió varios premios. 

Antonio Canova nació en Possagno, un pueblo de la República de Venecia, situado en medio de las colinas de Asolo, donde se forman las últimas ondulaciones de los Alpes y que desaparecen en la llanura de Treviso. Su juventud la pasó en talleres de arte, mostrando predicción por la escultura. Con nueve años fue capaz de realizar dos pequeños altar-relicarios de mármol que todavía existen, y desde entones su abuelo le encargaba diferentes trabajos. El abuelo estaba patrocinado por la acaudalada familia Falier de Venecia, a la vista de las aptitudes del joven el senador Giovanni Falier se convirtió en su protector constante, a través de él, con trece años, fue puesto bajo la dirección de Giuseppe Bernardi, uno de los más notables escultores del Véneto. Sus estudios fueron complementados por el acceso que tenía a importantes colecciones de las esculturas antiguas, como las mantenidas por la Academia de Venecia y el coleccionista Filippo Farsetti, que le fue útil para establecer nuevos contactos con clientes adinerados. Pronto sus obras fueron elogiadas por su virtuosismo precoz, capacitándolo para recibir sus primeros encargos, entre ellos dos cestos de frutas de mármol para el propio Farsetti. La copia que hizo en terracota de los famosos Luchadores (1772) de la Galería de los Uffizi, le valió el segundo lugar en la Academia. 

Su protector le confió la ejecución de los grandes estatuas a tamaño natural, se trata de Orfeo y Euridice. Fueron expuestas en la Plaza de San Marcos y admirada por un miembro de la importante familia Grimaldi que le encargó una copia, la cual se encuentra en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. En los años posteriores a su estancia en Venecia esculpió numerosos trabajos, entre ellos un Apolo que donó a la Academia al ser elegido como miembro de esta institución, también destaca el grupo que representa a Dédalo e Ícaro

A finales de 1779 se trasladó a Roma, visitando Bolonia y Florencia, con el fin de conseguir un perfeccionamiento de su arte. Roma era entonces el centro cultural más importante en Europa y un objetivo obligatorio para cualquier artista que aspirase a la fama. La ciudad era un enorme museo, llena de monumentos antiguos y grandes colecciones en un momento donde estaba en pleno apogeo la formación del neoclasicismo y donde existían copias auténticas para estudiar de primera mano la gran producción artística del pasado clásico. 




Antes de su partida, sus amigos le consiguieron una pensión de 300 ducados, que se mantendría durante tres años. También obtuvo cartas de presentación para el embajador de Venecia en Roma, el Cavalier Giorlamo Zulian, un ilustrado en las artes, que lo recibió con gran hospitalidad cuando el artista llegó a la ciudad eterna alrededor de 1779, promoviendo la primera exposición pública de trabajos del artista en su propia casa (se trataba de una copia de Dédalo e Ícaro) que había mandado traer desde Venecia y que despertó la admiración de todos aquellos que la vieron. 

En Roma Cánova pudo profundizar en el estudio de las más importantes obras de la antigüedad, completando su educación literaria, mejoró su fluidez en francés y pudo ponerse en competencia con los mejores maestros de la época. El resultado fue más allá de sus propias expectativas. Su primera obra producida en Roma fue Teseo y el Minotauro (1781) que fue recibida con gran entusiasmo. A continuación, una pequeña talla de Apolo coronándose a sí mismo (1781/82) y una estatua de Psique (1793).

Su siguiente encargo, realizado a través de Volpato, fue un monumento funerario destinado a la Basílica de San Pedro para el papa Clemente XIV, aunque antes de aceptarlo decidió pedir permiso al Senado de Venecia, en consideración por la pensión que le habían concedido. Cerró su taller en Venecia y abrió uno nuevo en Roma. Además de realizar grandes encargos, también realizó algunos proyectos menores, como bajorrelieves en terracota y una estatua de Psiquis. Más de cinco años los pasó en la preparación de un cenatofio para el papa Clemente XIII, entregado en 1793, trabajo que le proporcionó aun más fama. 

En los años siguientes Canova se aplicó con enorme esfuerzo a la producción de nuevos trabajos, incluidos varios grupos de Eros y Psique, que le sirvió para recibir una invitación para establecerse en la corte rusa, aunque rehusó alegando su estrecha relación con Italia. Otras obras fueron Venus y Adonis, el grupo representando a Hércules y Lichas, una estatua de Hebe y una primera versión de Magdalena penitente. Al sentirse cansado después de tantos años de actividad sin interrupciones y en vista de la ocupación francesa de Roma de 1798, se retiró a su ciudad natal, donde se dedicó a la pintura y después realizó un viaje de placer por Alemania. 

A su regreso de Roma en 1800, realizó en pocos meses una de sus composiciones más aclamadas, el Perseo con la cabeza de Medusa (1800/01), inspirado en el Apolo de Belvedere. En 1802 fue invitado por Napoleón Bonaparte a París para retratarlo a él y a su familia. También se reunió con el pintor Jacques-Louis David, el más importante de los pintores neoclásicos franceses. 





El 10 de agosto de 1802 el papa Pío VII nombró al artista Inspector General de Antigüedades y Bellas Artes del Vaticano, cargo que ocupó hasta su muerte. Además de ser un reconocimiento a su obra escultórica, el nombramiento implicaba que también se lo consideraba un experto en la capacidad de juzgar la calidad de las obras de arte y con un interés en la preservación de las colecciones papales. Entre las atribuciones del cargo estaba la responsabilidad para la emisión de autorizaciones de permisos para excavaciones arqueológicas y supervisar los trabajos de restauración, compra y exportación de antigüedades, así como la instalación y organización de nuevos museos en los Estados Pontificios.En 1810 fue nombrado presidente de la Academia de San Lucas, la institución artística más importante de Italia en su época que se mantuvo como un bastión de estabilidad en el ámbito de la cultura romana a lo largo del turbulento período de la ocupación francesa. Su misión administrativa concluyó con la tarea de rescate, en 1815, del expolio artístico arrebatado de Italia por el emperador francés (Napoleón Bonaparte), y su celo y esfuerzo para resolver el difícil trabajo de acomodar los intereses divergentes internacionales y recuperar diversos tesoros para su país, incluyendo obras de Rafael Sanzio, el Apolo de Belvedere, el Grupo de Laocoonte y la Venus de Médici. 

En el otoño de ese mismo año pudo realizar finalmente el viaje a Londres, donde fue recibido con gran consideración. Su viaje tenía dos propósitos principales: agradecer la ayuda que el gobierno británico le había dado en la recuperación del expolio italiano confiscado y conocer los mármoles de Elgin, un gran grupo de piezas provenientes del Partenón de Atenas, realizados por Fidias y sus ayudantes, conocimiento que para él fue una revelación  y que contribuyó para confirmar su impresión de que el arte griego era superior en calidad de ejecución y por su imitación de la naturaleza. 

Comenzo a realizar el proyecto de otra estatua monumental que mostrara la representación de la Religión. Su idea de instalarla en Roma acabó frustrada. Finalmente fue ejecutada en mármol en un tamaño menor y llevada a Londres. Canova decidió construir un templo en su ciudad natal, donde llevaría la figura original junto con otras piezas de su autoría y donde con el tiempo deberían reposar sus cenizas. En 1819 se colocó la primera piedra, cada otoño volvía para supervisar el progreso de la obra y dar órdenes a los constructores, animándolos con una recompensa financiera y medallas. Sin embargo, la empresa resultó demasiado costosa y el artista tuvo que volver a trabajar a todo rendimiento, a pesar de su edad y sus dolencias. De esta etapa son algunas de sus más significativas piezas, como el conjunto de Marte y Venus para la corona inglesa, la estatua colosal de Pío VI, el modelo de una Pieta y otra versión de la Magdalena Penitente

En mayo de 1822 visitó Nápoles para supervisar la construcción del modelo para su estatua ecuestre del rey Fernando I de las dos Sicilias. El trayecto del viaje afectó su delicado estado de salud, aunque una vez en Roma se recuperó en parte, aunque en su visita anual a Possagno su estado de salud volvió a empeorar. Fue trasladado a Venecia donde falleció lúcido y serenamente. Su funeral, celebrado el 25 de octubre de 1822 fue realizado con los más altos honores, entre la conmoción de toda la ciudad y los académicos rivalizaron para llevar su ataúd. Su muerte provocó luto en toda Italia y a los homenajes fúnebres ordenados por el papa en Roma asistieron representantes de varias casas reales de Europa. Al año siguiente comenzó a ser erigido un cenotafio de un diseño que había sido creado por el propio artista en 1792, originariamente como homenaje a Tiziano, pero que no se llegó a realizar. El monumento donde fue trasladada la urna conteniendo su corazón  se puede visitar en la Basílica de Santa María dei Frari en Venecia. 











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