La sustitución en el trono de España de la dinastía de los Habsburgo por la de los Borbones, con la llegada de Felipe V en 1700, fue un factor determinante para que entraran las corrientes artísticas extranjeras y se produjera el cambio de gusto en las artes españolas. Los artistas llamados para trabajar en los palacios reales, franceses e italianos especialmente, trajeron a España las manifestaciones artísticas del clasicismo francés y del barroco clasicista italiano, mientras los artistas españoles estaban inmersos en un barroco nacional que pervivirá aun hasta fines de siglo.
Otrro hecho desicivo para la introducción del estilo artístico importado fue el incendio, en 1734, del antiguo Alcázar de Madrid, residencia de los Austrias. Felipe V solicitó la precencia en Madrid del arquitecto Filippo Juvara, para que realizara los planos de la nueva residencia real. Con él y con Giovanni Battista Sacchetti llegó el barroco clásico italiano.
La Real Academia de Arte de San Fernando nació ofiialmente en 1752, gracias a los deseos del rey Fernando VI. La Junta Preparatoria de la Academia ya mostraba en su composición la precencia de artistas extranjeros que trabajaban en las obras reales, como su principal promotor y presidente el escultor Giovanni Domenico Olivieri, o alguno de sus directores, como el escultor Antoine Dumarché, el pintorLoius-Michel van Loo y al arquitecto Giovanni Battista Sacchetti. La orientación de la Academia confiaba siempre su dirección a los artistas.
El proceso de introducción en España de las corrientes neoclasistas tiene en común con el resto de Europa el profundo análisis que se hace de las fuentes del clasicismo, el interés por la arqueología, la crítica de la tradición y el rechazo del último barroco. Aunque el desarrollo del Neoclasicismo en las tres artes no fue coincidente con el tiempo, puede decirse que tiene sus primeras manifestaciones durante el reinado de Fernando VI, florece bajo Carlos III y Carlos IV y prosigue tras la Guerra de la Independencia con Fernando VII, si bien conviviendo con otras corrientes más novedosas.
Fue en la arquitectura donde antes se apreció la renovación con la obra del Palacio Real de Madrid, de donde surgieron los arquitectos más notables de la segunda parte del siglo XVIII. En este ambiente, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando se revisaron las concepciones arquitectónicas coincidiendo todos en el desprecio hacia el Barroco.
Desde el proyecto ilustrado la arquitectura no debía de limitarse a intervenciones puntuales, sino que era parte de un todo que tenía la misión de conseguir un marco adecuado para la vida de los ciudadanos. De tal manera, las ciudades debían mejorar sus servicios de alcantarillado, acometida de aguas, adecentamiento de calles con iluminación y empedrado, hospitales, jardines, cementerios, etc. Había gran interés por dotar a las poblaciones de un aspecto más noble y lujoso que pudiera reflejar la grandeza del soberano y el bienestar de sus súbditos. También era preciso mejorar la infraestructura de caminos para comunicar confacilidad las diferentes zonas y agilizar el comercio y la industria. La fundación de nuevas poblaciones sirvió para colonizar zonas escasamente pobladas. También se impulsan las obras hidráulicas como canales y acueductos.
Diego de Villanueva (1715 - 1774) director de Arquitectura de la Academia, publicó, en 1766, en Valencia, la Colección de diferentes papeles críticos sobre todas las partes de la Arquitectura, donde muestra conocer las teorías racionalistas de Laugier o Algarotti, entonces de moda en Europa. Entre su obra construida resalta por su sentido simbólico la reforma del Palacio Goyeneche, en Madrid, para ser sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1773), reforma que consistió en mutilar la fachada barroca ricamente ornamentada, que años antes había construido José Benito Churriguera.
También en estos años sobresale el Arquitecto Ventura Rodriguez (1718 - 1785), notable por la calidad de las obras que constuye. Una de sus obras es la remodelación de la Basílica del Pilar de Zaragoza. Es también autor del Convento de los Augustinos Filipinos de Valladolid. De un clasicismo más riguroso son los planos de la fachada de la Catedral de Pamplona (1783), telón tras el que se oculta el primitivo edificio gótico. A él pertenecen asimismolos diseños arquitectónicos de las fuentes monumentales del Salon del Prado.
Con la llegada de Francesco Sabatini (1721 - 1797), que llegó de Nápoles con la misión de Carlos III de atender la política reformista del rey en el campo de la arquitectura. Sabatini trazó la escalera principal del Palacio Real de Madrid (alrededor de 1761) e intervino en la edificación de obras monumentales para Madrid, representativas del poder real, como la Puerta de Alcalá (1764 - 1776), que conmemoraba la entrada de Carlos III en la capital , el edificio de la Real Casa de la Aduana en Madrid (1761 - 1769), hoy Ministerio de Hacienda y el Hospital General (1781), actual Museo Reina Sofía, todo dentro del diseño racionalizado del Barroco clasicista que había conocido en Nápoles. La actividad de Sabatini cubrió el campo de la arquitectura civil y la ingeniería militar, dirigió numerosas obras en toda España, desde la Catedral de Lérida a la fábrica de armas de Toledo o el trazado de la nueva población de San Carlos en la Isla de León (Cádiz).
Después de una enorme labor crítica y teórica desde la Academia, comienza a trabajar una nueva generación de arquitectos cuaya figura más representativa es Juan de Villanueva (1739 - 1811). Es el arquitecto que mejor refleja la consecución y codificación de un auténtico lenguaje neoclásico. Su trabajo como arquitecto lo convierte en el traductor de los gustos del rey. Fue autor del Real Sitio de El Escorial, de las casas de Oficios frente al monasterio y también de las Casitas de Arriba y Abajo, edificaciones de aspecto totalmente clasicista. Incluidas en el programa de corte ilustrado del gobierno de Carlos III están tres de las obras más emblemáticas de Villanueva: El Museo del Prado, el Jardín Botánico y el Observatorio Astronómico. El hoy Museo del Prado estaba pensado como Academia de Ciencias o Gabinete de Historia Natural y se inició en 1785: su arquitectura de forma clásica, perfectamente depurada , integrada por volúmenes independientes conectados entre sí es una muestra del modo neoclásico de combinar formas puras.
Coetáneo de Villanueva fue Ignacio Haan (1758 - 1810), que destacó por sus obras en Toledo bajo el mecengazo ilustrado del Cardenal Lorenzana, es autor del edificio de la Universidad (1792) con un patio con columnas jónicas y estructura adintelada, un verdadero manifiesto del Neoclasicismo.
El País Vasco fue un foco admirable de la arquitectura clasicista. Justo Antonio de Olaguibel (1752 - 1818) edificó la Plaza Nueva de Vitoria, con la que recoge una tradición española de la plaza mayor porticada de austeros y uniformes elementos, modelo que tendrá continuidad en Bilbao, con la Plaza del Príncipe, y en San Sebastián, con la Plaza de la Constitución, levantada por Pedro Manuel de Ugartemedia.
Por los contactos con el exterior a través de los textos teóricos que se han ido traduciendo y por los viajes de los arquitectos a Roma o París hacia 1790, la arquitectura española vive un momento semejante al de otros países europeos. Isidro González Velázquez (1764 - 1840), discípulo de Villanueva, crea en la Casita del Labrador del Real Sitio de Aranjuez (1794) con la colaboración de la decoración del Gabinete de Platino de los arquitectos de Napoleón Percier y Fontaine una obra que aúna la racionalidad, el gusto por la antigüedad y las modas francesas. Por el contrario, Silvestre Pérez (1767 - 1825), más en la línea de los arquitectos visionarios basa toda su arquitectura en el empleo de volúmenes puros e independientes, como en la Parroquia de Motrico (1798) o en la de Mugardos en La Coruña (1804).
Otrro hecho desicivo para la introducción del estilo artístico importado fue el incendio, en 1734, del antiguo Alcázar de Madrid, residencia de los Austrias. Felipe V solicitó la precencia en Madrid del arquitecto Filippo Juvara, para que realizara los planos de la nueva residencia real. Con él y con Giovanni Battista Sacchetti llegó el barroco clásico italiano.
La Real Academia de Arte de San Fernando nació ofiialmente en 1752, gracias a los deseos del rey Fernando VI. La Junta Preparatoria de la Academia ya mostraba en su composición la precencia de artistas extranjeros que trabajaban en las obras reales, como su principal promotor y presidente el escultor Giovanni Domenico Olivieri, o alguno de sus directores, como el escultor Antoine Dumarché, el pintorLoius-Michel van Loo y al arquitecto Giovanni Battista Sacchetti. La orientación de la Academia confiaba siempre su dirección a los artistas.
El proceso de introducción en España de las corrientes neoclasistas tiene en común con el resto de Europa el profundo análisis que se hace de las fuentes del clasicismo, el interés por la arqueología, la crítica de la tradición y el rechazo del último barroco. Aunque el desarrollo del Neoclasicismo en las tres artes no fue coincidente con el tiempo, puede decirse que tiene sus primeras manifestaciones durante el reinado de Fernando VI, florece bajo Carlos III y Carlos IV y prosigue tras la Guerra de la Independencia con Fernando VII, si bien conviviendo con otras corrientes más novedosas.
Fue en la arquitectura donde antes se apreció la renovación con la obra del Palacio Real de Madrid, de donde surgieron los arquitectos más notables de la segunda parte del siglo XVIII. En este ambiente, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando se revisaron las concepciones arquitectónicas coincidiendo todos en el desprecio hacia el Barroco.
Desde el proyecto ilustrado la arquitectura no debía de limitarse a intervenciones puntuales, sino que era parte de un todo que tenía la misión de conseguir un marco adecuado para la vida de los ciudadanos. De tal manera, las ciudades debían mejorar sus servicios de alcantarillado, acometida de aguas, adecentamiento de calles con iluminación y empedrado, hospitales, jardines, cementerios, etc. Había gran interés por dotar a las poblaciones de un aspecto más noble y lujoso que pudiera reflejar la grandeza del soberano y el bienestar de sus súbditos. También era preciso mejorar la infraestructura de caminos para comunicar confacilidad las diferentes zonas y agilizar el comercio y la industria. La fundación de nuevas poblaciones sirvió para colonizar zonas escasamente pobladas. También se impulsan las obras hidráulicas como canales y acueductos.
Diego de Villanueva (1715 - 1774) director de Arquitectura de la Academia, publicó, en 1766, en Valencia, la Colección de diferentes papeles críticos sobre todas las partes de la Arquitectura, donde muestra conocer las teorías racionalistas de Laugier o Algarotti, entonces de moda en Europa. Entre su obra construida resalta por su sentido simbólico la reforma del Palacio Goyeneche, en Madrid, para ser sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1773), reforma que consistió en mutilar la fachada barroca ricamente ornamentada, que años antes había construido José Benito Churriguera.
También en estos años sobresale el Arquitecto Ventura Rodriguez (1718 - 1785), notable por la calidad de las obras que constuye. Una de sus obras es la remodelación de la Basílica del Pilar de Zaragoza. Es también autor del Convento de los Augustinos Filipinos de Valladolid. De un clasicismo más riguroso son los planos de la fachada de la Catedral de Pamplona (1783), telón tras el que se oculta el primitivo edificio gótico. A él pertenecen asimismolos diseños arquitectónicos de las fuentes monumentales del Salon del Prado.
Con la llegada de Francesco Sabatini (1721 - 1797), que llegó de Nápoles con la misión de Carlos III de atender la política reformista del rey en el campo de la arquitectura. Sabatini trazó la escalera principal del Palacio Real de Madrid (alrededor de 1761) e intervino en la edificación de obras monumentales para Madrid, representativas del poder real, como la Puerta de Alcalá (1764 - 1776), que conmemoraba la entrada de Carlos III en la capital , el edificio de la Real Casa de la Aduana en Madrid (1761 - 1769), hoy Ministerio de Hacienda y el Hospital General (1781), actual Museo Reina Sofía, todo dentro del diseño racionalizado del Barroco clasicista que había conocido en Nápoles. La actividad de Sabatini cubrió el campo de la arquitectura civil y la ingeniería militar, dirigió numerosas obras en toda España, desde la Catedral de Lérida a la fábrica de armas de Toledo o el trazado de la nueva población de San Carlos en la Isla de León (Cádiz).
Coetáneo de Villanueva fue Ignacio Haan (1758 - 1810), que destacó por sus obras en Toledo bajo el mecengazo ilustrado del Cardenal Lorenzana, es autor del edificio de la Universidad (1792) con un patio con columnas jónicas y estructura adintelada, un verdadero manifiesto del Neoclasicismo.
El País Vasco fue un foco admirable de la arquitectura clasicista. Justo Antonio de Olaguibel (1752 - 1818) edificó la Plaza Nueva de Vitoria, con la que recoge una tradición española de la plaza mayor porticada de austeros y uniformes elementos, modelo que tendrá continuidad en Bilbao, con la Plaza del Príncipe, y en San Sebastián, con la Plaza de la Constitución, levantada por Pedro Manuel de Ugartemedia.
Por los contactos con el exterior a través de los textos teóricos que se han ido traduciendo y por los viajes de los arquitectos a Roma o París hacia 1790, la arquitectura española vive un momento semejante al de otros países europeos. Isidro González Velázquez (1764 - 1840), discípulo de Villanueva, crea en la Casita del Labrador del Real Sitio de Aranjuez (1794) con la colaboración de la decoración del Gabinete de Platino de los arquitectos de Napoleón Percier y Fontaine una obra que aúna la racionalidad, el gusto por la antigüedad y las modas francesas. Por el contrario, Silvestre Pérez (1767 - 1825), más en la línea de los arquitectos visionarios basa toda su arquitectura en el empleo de volúmenes puros e independientes, como en la Parroquia de Motrico (1798) o en la de Mugardos en La Coruña (1804).
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