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domingo, 13 de noviembre de 2011

Miguel Ángel

EL DIVINO MIGUEL ÁNGEL








Miguel Ángel fue arquitecto, pintor, escultor y poeta. Nació el 6 de marzo de 1475 en el pueblo de Caprese, de esencia florentino, mantuvo sus lazos con Florencia, su arte y su cultura. La mayor parte de su madurez la pasó en Roma, trabajando en los encargos  de los continuados papas. 

Caprese es un pequeño centro del valle Tiberino, actual provincia de Arezzo, su padre, Ludovico de Leonardode Buonarroto Simoni, era podestá en nombre del gobierno en Florencia. Es en Florencia donde transcurre su infancia, juventud y algunos años de su madurez. Siendo niño demuestra su fastidio por las lecciones de gramática del humanista Urbino, a quien el padre confió su formación. A Miguel Ángel le deleitaba el dibujo y el estudio del arte, disfrutaba de recorrer las iglesias y copiar las pinturas, abandonando, a veces, las lecciones de gramática.


A los 13 años de edad ingresa en el taller de Doménico Ghirlandaio uno de los principales maestros de Florencia,  para aprender a pintar y a dedicarse a este oficio. Ghirlandaio fue uno de los maestros valorados por la fidelidad reflejada por el colorido de la época. Es aquí donde el joven Miguel Ángel tuvo la oportunidad de aprender todos los recursos técnicos del oficio, como, por ejemplo, una consistente técnica para la pintura de frescos, además de adiestrarse en el arte del dibujo, aunque sus ideas diferían bastante de las de su maestro, y pronto comenzó a estudiar las obras de los grandes maestros del pasado, como Giotto, Massacio y Donatello.

Dos años después comenzó a interesarse por las esculturas en el jardín de San Marcos. Se trataba de las esculturas griegas y romanas, cuyas obras contemplaba en la colección de los Médicis. Trató de revelar los secretos de los escultores antiguos que simbolizaban el cuerpo humano preciosamente en movimiento, con todos sus músculos y tendones.

Mientras Miguel Ángel trabajaba en el taller de Ghirlandaio, visitaba la escuela de escultura inaugurada por Lorenzo el Magnífico en el jardín colindante del Convento de San Marcos, donde Lorenzo de Médicis ofrece la posibilidad de instruirse en el lenguaje y las técnicas de la escultura, empleando su coleción de piezas clásicas. 


Miguel Ángel inicia sus estudios de escultura bajo el patronazgo de Lorenzo II el Magnífico y la dirección artística del donatelliano Bertoldo di Giovanni, y es admitido como hijo adoptivo por Lorenzo en el Palacio Médici, donde vivía con los más destacados miembros del humanismo, y se instruye, escultóricamente junto a Bertoldo en un ambiente elegante y culto. A los 16 años ya había realizado dos esculturas en relieve: El combate de los Lapitas o Centauromanía, donde mustra su dominio del movimiento y de la anatomía, y La Virgen de la Escalera, fechada entre 1489 - 1492, notándose la relación con la cultura clásica y la enseñanza toscana y florentina de Nicola Pisano y Donatello.








Tras la muerte de Lorenzo el Magnífico en 1492, huyó a Florencia y pasó por Venecia, instalándose después en Bolonia. Allí esculpió diversas obras bajo la influencia de la labor de Jacopo della Quercia. En el año 1496 decidió partir hacia Roma, ciudad que habría de verlo triunfar. Allí inició una década de gran intensidad artística, después de la cual, con treinta años de edad fue acreditado como un artista de primera línea. A los veintitrés años talló la Piedad del Vaticano, después del Bacus del Barguello, y posteriormente realizó el Tondo Pitti. De la misma época es el cartón de la Batalla de Cascina, actualmente perdido, pintado para la Señoría de Florencia, y el David, obra cumbre de la escultura, de una gran complejidad por la escasa anchura de la pieza de mármol, que fue colocado delante del Palacio del Ayuntamiento de Florencia, y se convirtió en la expresión de los supremos ideales cívicos del Renacimiento.


En marzo de 1505, Julio II le encargó la realización  de su monumento fúnebre. Miguel Ángel proyectó un complejo arquitectónico y escultórico monumental en el cual, más que el prestigio del pontífice, se loaba el triunfo de la Iglesia. El escultor, entusiasmado con esta obra, permaneció en Carrara por ocho meses para ocuparse personalmente de la elección y la elección de la extracción de los mármoles necesarios. Desgraciadamente, al regresar a Roma, el papa había dejado de lado aquel proyecto, absorbido como estaba con la reforma de Brabante en la Basílica de San Pedro. Miguel Ángel, contrariado, abandonó Roma y se dirigió a Florencia, pero a finales de noviembre de 1506, después de numerosas llamadas del pontífice que, hasta le llegó a amenazar con la excomunión, se reunió con él en Bolonia. 


En marzo de 1508 aceptó dirigir la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina, cuyos frescos concluyó cuatro años más tarde, después de un trabajo solitario y tenaz. En esta obra ideó una grandiosa estructura arquitectónica pintada, inspirada en la forma real de la bóveda. En el tema general bíblico de dicha bóveda, Miguel Ángel interpuso una interpretación neoplatónica del Génesis, y dio forma a un tipo de interpretación de las imágenes que conseguirían ser un símbolo del arte del Renacimiento.


Después de la muerte de Julio II en mayo de 1513, el artista hizo un segundo  intento de seguir con la obra del mausoleo del pontífice. Con este propósito esculpió las dos figuras de los Esclavos y el Moisés que refleja una atormentada energía. Pero este segundo intento tampoco prosperó.


En 1516, por encargo de León X inició la fachada de la Basílica de San Lorenzo, trabajo que en 1520 debió abandonarse con gran amargura. Del proyecto original se conservan numerosos dibujos y una maqueta de madera. A partir de 1520 y hasta 1530, Miguel Ángel trabajó en Florencia y construyó la Sacristía Nueva de San Lorenzo, y la Biblioteca Laurenciana, en especial su escalera. Después del saqueo de Roma (1527), y de la expulsión de los Médicis de Florencia, Miguel Ángel formó parte del gobierno de la nueva República Florentina, de la cual fue nombrado gobernador y procurador general de la fabricación y fortificación de las murallas, y participó de la defensa de la ciudad asediada por las tropas papales. En 1530, después de la caída de la República, el perdón de Clemente VII lo salvó de la venganza de los partidarios de los Médicis. 








En 1534, al encontrarse a disgusto con la nueva situación política que se había instaurado en Florencia, abandonó la ciudad y se radicó en Roma, donde aceptó el encargo de Clemente VII para trabajar en el altar de la Capilla Sixtina, y donde, entre 1536 y 1541 realizó el magnífico Juicio Final. Hasta el año 1550 fue haciendo obras para la tumba de Julio II, y los frescos de la Capilla Paulina, que representan la Conversión de San Pablo y la Crucifixión de San Pedro.


Durante los últimos veinte años de su vida Miguel Ángel se dedicó especialmente a realizar trabajos de arquitectura (de los que hablaré una vez finalizada su biografía): dirigió las obras de la Biblioteca Laurenciana, y en Roma la remodelación de la Plaza del Capitolio, la Capilla Sforza de Santa María Mayor, la finalización del Palacio Farnese, y, sobre todo, la  finalización de la Basílica de San Pedro. De esta época son las últimas esculturas como la Piedad Palestrina o la Piedad Rondanini, así como numerosos dibujos y poesías de inspiración religiosa.


El proyecto de la Basílica Vaticana, en el que trabajó durante los últimos años de su vida, simplifica el proyecto  que concibió Bramante, si bien mantiene la estructura de planta de cruz  griega y la gran cúpula . Miguel Ángel creaba espacios, funciones  que engloban los elementos principales, sobre todo la cúpula, elemento directo del conjunto. Murió en 1564 en Roma, a los 88 años de edad. 


La familia Médici había  financiado la construcción de la Basílica de San Lorenzo de Florencia, según diseño de Brunelleschi. Empezada en 1420, durante la visita en 1515 del papa León X, la fachada estaba aun sin finalizar con solo un cerramiento a base de obra vista de piedra picada, y para la ocasión se recubrió la inacabada fachada con una construcción efímera realizada por Jacopo Sansorvino y Andrea del Santo. El pontífice decidió realizar un concurso para dicha fachada, patrocinada, como no podía ser de otra manera, por los Médicis. Miguel Ángel triunfó en el concurso frente a diseños de Raffaello Sanzio, Jacopo Sansovino y Giuliano da Sangallo. Proyectó realizar un frente en el que se representara toda la arquitectura y toda la escultura de Italia, ideando una fachada semejante a un retablo contrarreformista, pero que en realidad estaba inspirado en los modelos de la arquitectura profana, realizada con numerosas estatuas de mármol bronce y relieves. Realizó dos maquetas para dicha fachada, la segunda, con veinticuatro figuras de cera, en base a la cual se firmó el contrato, el 19 de enero de 1518. Entre los años 1518 y 1519 Miguel Ángel revisó los mármoles de Carrara, aunque el pontífice propuso aquellos  del territorio florentino. Fue el mismo pontífice que dio por finalizado aquel contrato, en 1520, ya que el artita se había quejado que el mármol destinado a la fachada se estaba utilizando en otras obras.








Empezada por encargo de León X, fue bajo el mandato de Clemente VII cuando se dio un nuevo impulso a la construcción a la Sacristía Nueva, en 1532, situada en la Basílica de San Lorenzo en Florencia, destinadas a acoger las tumbas de los capitanes Juliano, duque de Nemours, y Lorenzo, duque de Urbino, muertos hacia poco, y la de los Magnífico, Lorenzo y su hermano Juliano de Médici en el lado contrario del crucero donde se encontraba la antigua sacristía construida por Brunelleschi y decorada por Donatello. La nueva construcción se habría de adecuar a la planta de la precedente. 


Miguel Ángel agrandó la parte central, para poder dar más espacio a los sepulcros y al altar. En el diseño vertical cambió la arquitectura, colcando ventanas ciegas  junto a las puertas, las ventanas junto a la cúpula son, en realidad trapecios para conseguir una óptica de ascención más grande. La cúpula está realizada con un artesonado de casetones radiales, los cuales se distribuyen en cinco hileras de medida decreciente, que imita, incluso en el número, a las del Panteón de Roma y acaba en una corona radiante, donde se inicia la linterna de delicada forma y perfecta belleza, es la contribución más importante  en el exterior de la capilla.


También de Clemente VII fue la idea de construir en Florencia una biblioteca para conservar toda la colección del códex de la Familia Médici. A partir de 1523, una vez escogido el emplazamiento dentro del convento de la Basílica de San Lorenzo,  en el piso superior del lado oriental del claustro empezaron los proyectos que sufrirían grandes modificaciones. Se centraron los esfuerzos en resolver el soporte de la nueva estructura sobre los muros antiguos: en la biblioteca se bajó el nivel del techo y se situaron ventanas muy próximas las unas a las otras, con lo que se conseguía ampliar la luminosidad, el vestíbulo se diseñó como lugar de circulación con una altura superior y se añadieron ventanas de iluminación. En 1533 Miguel Ángel se traslada a Roma. El artesonado de la biblioteca está realizado  con motivos elípticos y romboidales, Miguel Ángel también diseñó los grandes pupitres de lectura. De la escalera  hizo numerosos diseños, y por fin, en 1558 envió, desde Roma el proyecto junto a una maqueta a Bartolomé Ammannati, encargado por Cosme I de Médicis para construir la escalera. Se conservan más de 30 hojas de dibujo en dicha biblioteca.








Después de Florencia, en Roma también  desarrolló una etapa arquitectónica durante sus dos últimas décadas  de vida: en 1546 se le encargó la urbanización de la Plaza del Capitolio. El motivo empleado en el pavimento se diseñó con una retícula curvilínea inscrita en una elipse centrada en el basamento de la estatua de Marco Aurelio, y dividida en 12 secciones, que recuerda el símbolo usado en la antigüedad para los 12 signos del zodíaco, en alusión a la cúpula celestial. 


Miguel Ángel confirió a la plaza una plástica extraordinaria, encargada de fusionar todo el ambiente arquitectónico. Resulta un espacio abierto, sobre todo entre los dos palacios simétricos, como si fuera un salón al cual se llega mediante la gran rampa de subida, la Condornata Capitalina, con unas balaustradas divergentes para provocar el efecto visual unitario con la plaza. Las fachadas fueron construidas una vez muerto el artista, y aunque no son una fiel realización de sus proyectos, constituyen una magnífica composición.


En la construcción del Palacio Farnese, Miguel Ángel sustituyó a Antonio Sangallo el Joven quien dirigía las obras. El edificio se encontraba en construcción a nivel de la segunda planta. Miguel Ángel terminó la fachada antes de realizar los cuerpos laterales y el posterior, e hizo elevar la altura del segundo piso para unificarlos con la misma medida que los inferiores. La cornisa del edificio, en su comienzo más estrecha, la sustituyó por otra más grande y con elementos ornamentales , donde se mezclan los órdenes dórico, jónico y corintio. Cambió también el ritmo de la fachada con la revisión de la ventana central, que dotó con un dintel más grande con la prolongación del entablamento, por encima del cual colocó un escudo gigante de más de tres metros de altura.


La construcción de la Basílica había sido comenzada sobre una anterior paleocristiana, por mandato del papa Julio II, y bajo la dirección del arquitecto Bramante. A partir del fallecimiento de este último se hizo cargo Rafael Sanzio, quien modificó la planta y la transformó en una cruz latina. Cuando Miguel Ángel recibió el encargo de las obras, modificó la planta y volvió, con ligeras variantes a la idea original de Bramante de cruz griega, reduciendo las cuatro esquinas del cuadrado, para que las áreas más pequeñas pudieran tener luz directa. Le corresponde especialmente la modificación de la cúpula central respecto al proyecto original de Bramante: suprimió el anillo con columnas y le dió un perfil más elevado. Al suprimir las torres, la cúpula se convirtió en el elemento predominante. 













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