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lunes, 10 de septiembre de 2012

Pabellón Alemán


El Pabellón de Barcelona, diseñado por Mies van der Rohe, fue el edificio de representación de Alemania en la Exposición internacional de Barcelona de 1929. Concebido como espacio representativo para albergar la recepción oficial presidida por Alfonso XIII y a las autoridades alemanas, el edificio pretendría simbolizar el carácter progresista y democrático de la nueva República de Weimar y su recuperación tras la Primera Guerra Mundial. 

Este edificio constituye uno de los hitos en la historia de la arquitectura moderna, al ser una obra donde se plasman con particular rotundidad y libertas las ideas del entonces naciente Movimiento Moderno, y está considerado por muchos autores, como una de las cuatro piezas canónicas de la arquitectura del movimiento moderno, junto al edificio de la Bauhaus de Gropius, la Villa Saboya de Le Corbusier y la Casa de la Cascada de Frank Lloyd Wright. El pabellón fue desmantelado tras la exposición y reconstruido posteriormente en la década de los 80 en su ubicación original donde permanece abierta al público.

El proyecto fue encargado por la República de Weimar  en junio de 1928. Fue el propio arquitecto quien eligió el emplazamiento del pabellón de Alemania dentro del recinto de la exposición: pese a que en un principio se le había designado un lugar cercano a la fuente mágica (eje central del recinto, diseñado por Cadafalch), Mies prefirió un lugar un poco más apartado, alejado del ruido del eje principal donde se encontraban los grandes edificios construidos para la ocasión.

Construido con la única razón de ser representativa, el pabellón pretendía simbolizar los ideales del progreso y de apertura del estado alemán después de la Primera Guerra Mundial

Las dificultades que atravesaba el estado alemán provocaron que a la finalización de la exposición el pabellón fuese desmontado. La estructura metálica fue vendida y las piezas de mármol devueltas a Alemania. Sin embargo, con el paso del tiempo esta obra fue ganando reconocimiento como un referente clave para la historia de la arquitectura del siglo XX, por lo que desde 1954 se empezó a gestar la idea de reconstruir el edificio en su emplazamiento original. Los trabajos comenzaron en 1983, y la reconstrucción, basada enteramente en el diseño original y con los mismos materiales, se inauguró el 2 de julio de 1986.




Además de su emplazamiento apartado, también sorprende el modesto tamaño del edificio, más pequeño que una vivienda unifamiliar. El pabellón se encuentra ligeramente elevado respecto del entorno mediante un podio de travertino, sumando una superficie total de unos 1000 metros cuadrados. El conjunto se abre hacia el eje central de la exposición y es permeable hacia el oeste, mientras que se cierra en los lados norte y sur. El acceso no es directo, se produce por medio de los 8 peldaños que forman la escalera de acceso ocultas a la vista desde el camino principal.

El edificio explora los conceptos de planta libre y continuidad espacial. El pabellón está considerado como un ejemplo arquetipo de simplicidad y rigor constructivos, constituyendo una de las materializaciones más famosas de la máxima miesiana Menos en más.

Esta obra maestra está dividido en cuatro zonas: el espacio ceremonial central, la zona de administración, la terraza principal y el patio sur. El edificio es famoso por la fusión entre las distintas zonas y la intencionada disolución de las fronteras entre los espacios interiores y exteriores, creando un recorrido fluido y continuo, en permanente transición.

Mies también diseñó el mobiliario del pabellón. La pieza más representativa, convertida en un icono de diseño es la llamada silla Barcelona, construida con cuero y perfiles tubulares de acero inoxidable y que aun hoy en día sigue en producción. El diseño de las sillas, concebidas para dar asiento a los monarcas españoles durante la ceremonia, se inspiró en la sella curulis utilizada por los antiguos magistrados romanos y contó con la colaboración de la diseñadora Lilly Reich.




La construcción se resolvió con acero, cristal y cuatro tipos de mármoles: traventino romano, mármol verde de los Alpes, mármol verde antiguo de Tinos y ónice doré de l Atlas africano.

El bloque de ónice natural condicionó la altura final del pabellón. Mies van der Rohe sabía que no se podía cortar piedra en invierno, debido a que la piedra húmeda recién cortada corría el riesgo de fracturarse por las heladas. El apretado calendario de entrega obligó al arquitecto a recurrir a las existencias de material disponible, encontrando el bloque de ónice en un depósito de Hamburgo. El pabellón mide unos 3,10 metros de altura, es decir, una altura igual al doble de la altura del bloque. Según varios autores, este parámetro supone la mayor diferencia entre el pabellón original y su reconstrucción, y es también uno de los puntos más criticados de la obra, ya que el veteado del ónice actual manifiesta una direccionalidad que no estaba presente en la piedra original.

El edificio se eleva sobre un podium (en donde se encuentran dos estanques) formado por losas de travertino apoyadas sobre plots de hormigón. El acceso se realiza a través de una pequeña escalera tangencial al podio. La cubierta principal, realizada en hormigón armado, está soportada por ocho pilares metálicos con forma de cruz y revestidos de acero cromado.  Los parámetros verticales son de mármol o vidrio. Los muros de mármol se soportan mediante una estructura metálica, mientras que los del núcleo de servicio  son de hormigón armado. 

Los cerramientos acristalados emplean vidrio verde, negro, blanco y gris transparente. La impresión total es la de un espacio lujoso creado mediante planos perpendiculares en las tres dimensiones. Complementan la obra una escultura de Georg Kolbe La Mañana, un escaso mobiliario formado por sillas, una cortina roja y una alfombra negra, que combinados con el color amarillento del mármol ónice de la pared, imitaban los colores de la bandera alemana.





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