jueves, 31 de enero de 2013

Arquitectura románica en España (Segunda Parte)


En lo concerniente a España, los edificios románicos religiosos no alcanzaron nunca la monumentalidad de las construcciones francesas, o de aquellas que más tarde levantaría el arte gótico. Los primeros edificios tenían gruesos muros y pequeños vanos por los que entraba una tenue luz, aunque luego se evolucionó en la construcción de los muros para abrir ventanas más grandes. Predominaron especialmente los edificios monásticos compartiendo importancia con las catedrales. En las ciudades surgieron iglesias y parroquias y en las localidades pequeñas se fueron un sinfín de pequeñas iglesias conocidas como románico rural. 

El material más preciado y el más caro fue la piedra. Los canteros se ocuparon de tallarla, siempre detectando la cara buena del bloque. Casi siempre se utilizaban rocas duras. También se utilizaba la mampostería, con piedra labrada en las esquinas, ventanas y puertas. El acabado final era de pintura y revoco, tanto para la piedra como para el mampuesto y los demás materiales, siendo imposible distinguir el material. El colorido de la arquitectura románica fue generalizado. 

En el primer románico muchas de las iglesias se cubrieron todavía con techumbre de madera, sobre todo en Cataluña, y muy especialmente en el valle del Boí, cuya renovación al románico de antiguas iglesias la hicieron  unos constructores lombardos que cubrieron las naves a dos aguas con estructuras de madera, respetando las viejas tradiciones de la región. 

A lo largo del siglo XI se fueron cubriendo las naves con bóvedas de cañón, de medio o de un cuarto de cañón, recurso empleado en el románico de toda Europa. Más tarde se empleó la bóveda de arista. El empleo de la bóveda de arista había sido olvidada y fue retomada por los grandes maestros constructores. La bóveda de arista dio paso a la bóveda de crucería, recurso muy frecuente en la arquitectura gótica. 

En los claustros de los monasterios y de las catedrales se edificaron las bóvedas de rincón que son aquellas que resultaban del encuentro de dos pandas de un claustro. Las soluciones para este tipo de bóvedas no eran muy fáciles, por lo que los constructores utilizaban trucos que les proporcionaban un buen resultado a simple vista. 





Las cúpulas de la arquitectura románica española alcanzaron una gran importancia. Se introdujo la construcción de cúpulas cuyo tambor apoyaba sobre un cuadrado con la ayuda de las trompas. La introducción de este sistema se debió a tres influencias: 


  1. El camino desde Oriente, por las comunicaciones con Bizancio y otros lugares de tipo religioso, político o comercial
  2. La influencia de la cuadrilla de constructores lombardos, maestros en desarrollar cúpulas sobre trompas
  3. La influencia aquitana, donde la cúpula es el elemento representativo

En la época tardorrománica se aprecio una influencia bizantina  aportada por los peregrinos, especialmente en las catedrales de Zamora, Zalamanca y colegiata del Toro, donde se construyeron las conocidas cono cúpulas del Duero. 

En España, el arco más usado fue el de medio punto, aunque se utilizó asimismo el arco de herradura y el arco apuntado. El arco de medio punto fue utilizado exclusivamente a lo largo del siglo XI y durante la primera mitad del siglo XII. Muchos arcos se construyeron doblados, con la intención de que adquirieran mayor resistencia. Más tarde, en las portadas, los arcos de medio punto se fueron formando con arquivoltas, es decir, sucesión de arcos concéntricos decorados con simples molduras o con ornamentación vegetal o geométrica. 

El arco de herradura se utilizó también en algunos edificios del románico español. Era un arco heredado de la arquitectura visigoda, sobre todo en Cataluña con la tradición de los visigodos en la Septimania y también de influencia islámica, sobre todo en Andalucía y Extremadura. Otros ejemplos son: 


  1. Iglesia de Santa María de Tera (Zamora) en los vanos de acceso a los brazos del crucero
  2. Catedral de Ávila, en los arcos del antiguo triforio
  3. Basílica de Santa Eulalia de Mérida, puerta de acceso y en el interior de los ábsides
  4. Iglesia de San Miguel de Córdoba, en una puerta lateral y en la capilla del baptisterio
  5. Ermita de San Martín en San Vicente de la Sostierra

Los contrafuertes son gruesos muros continuos, verticales, que se colocan en los lados de un arco o bóveda para contrarrestar su empuje. En la arquitectura románica son siempre visibles, siendo uno de los elementos que más la caracterizan, sobre todo en la arquitectura española. Muchos de los monumentos de Galicia ofrecen contrafuertes unidos entre sí unidos por un arco formando un muro compuesto, siendo la fachada lateral de la catedral de Santiago uno de sus ejemplos. 




En la época del románico no se consideraba que un edificio estuviese acabado hasta que sus muros recibieran la pintura adecuada. Los muros de las partes más importantes y significativas se revestían al interior al interior con pinturas iconográficas. Los muros, tanto por dentro como por fuera, se cubrían con una capa de pintura de un solo color y quedaban resaltadas con el material original las impostas, vanos y columnas, aunque también se las solía pintar con vivos colores. Esta costumbre de pintar o revocar los edificios no fue exclusiva del románico, sino más bien una herencia de la manera de construir de la Antigüedad. 

En todos los casos el acabado final era una superficie pintada. En muchos casos no se diferenciaba el material con el cual se habían construido. El remate de pintura dio a los edificios una protección contra las agresiones ambientales, que desapareció a partir del siglo XIX, cuando se aplicaron las teorías de dejar al descubierto los materiales de construcción. 

Algunas de estas pinturas han quedado como testimonio del pasado, tanto en paredes como en esculturas o capiteles. En la fachada de San Martín de Segovia, todavía en el siglo XX podían verse restos de pintura. A veces, al esculpir las cestas de los capiteles resultaba demasiado caro y se dejaban completamente lisos para que el pintor los rematase con motivos vegetales o historiados. En la Iglesia de San Payo de Abeleda se conservan vestigios de pintura en algunos capiteles y entre las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza se han encontrado fragmentos de capiteles con su pintura original. 

La escultura, como decoración de edificios fue a partir del románico pleno algo tan común como necesario. Arquitectura y escultura formaron un programa iconográfico inseparable. Los capiteles de las columnas, los tímpanos, los frisos, los canecillos y las arquivoltas de las portadas fueron profusamente decorados con historias del Antiguo y Nuevo Testamento. Estas esculturas no se limitaron a descripciones a series religiosas, ya que aparecieron una serie de temas profanos igualmente importante para los hombres de los siglos XI y XII, como los trabajos de campo, el calendario, la guerra, las costumbres, etc. En otros edificios se esculpieron animales reales, mitológicos y simbólicos, incluso alegorías de vicios y virtudes. La decoración geométrica, la floral y la vegetal también gozaron de una enorme importancia al principio del románico. 





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