sábado, 5 de mayo de 2012

Arquitectura de Madrid (Segunda Parte)



El siglo comienza con un nuevo estilo arquitectónico, sin embargo la falta de medios materiales hizo difícil llevar a la práctica la arquitectura que, como la neoclásica, es de por sí ya costosa. Esta nueva arquitectura fernandina sobrevive al reinado del monarca y se difunde en la arquitectura madrileña durante la minoría de la edad de Isabel II. Destaca de este período la creación de la nueva Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, reemplazando a la Academia de San Fernando como lugar de formación de los futuros arquitectos. 


La culminación de algunos proyectos arquitectónicos y urbanísticos que se iniciaron durante el reinado de Carlos III en Madrid, tuvieron que ser bruscamente interrumpidos en los días finales del reinado de Carlos IV debido a la invasión francesa de 1808. Durante aquella época fue la Academia De Bellas Artes de San Fernando la academia en la que se formaban los futuros arquitectos y lugar de cultivo de la nueva corriente neoclásica. Desaparecían lentamente los ornamentos barrocos dando lugar a la proporción.


Durante el gobierno de José Bonaparte no se ejecutaron grandes obras debido a la precaria situación económica de la nación. Esto afecta, naturalmente, a la población de arquitectos, algunos de los cuales tuvieron una actitud distante con el nuevo gobierno napoleónico. La única obra que Juan de VIllanueva (cuya relación con el gobierno fue bastante distante) lleva a cabo en aquellos años fue el ya desaparecido Cementerio General del Norte, que sirvió de ejemplo para los cementerios madrileños que se levantarían con posterioridad al reinado de Fernando VII. A partir de 1810 José Bonaparte se involucra en una reforma urbanística del interior de la ciudad, en los que se expropian bienes eclesiásticos y se derriban iglesias y conventos. En su lugar  se construyen pequeñas plazas que conservan el nombre del templo religioso  ya derribado: Plaza de Santa Ana (creada en 1810para desahogar el Palacio del Príncipe) y la Plaza de San Miguel (creada en 1811, para alivianar el mercado de la Plaza Mayor situando en ella la venta exclusiva de pescado). Estos derribos supusieron la partida del patrimonio arquitectónico de Madrid.


Uno de los arquitectos más activos durante ese período es Juan Antonio Cuervo, encargado de la única obra de envergadura durante el período de José I: la Iglesia de San Nicolás. A la llegada de Fernando VII se continúa con los proyectos arquitectónicos, abriéndose un segundo período de arquitectura neoclásica entre los años 1814 y 1833. Uno de los arquitectos destacados en este período es Isidro González Velázquez, quien se convertiría en el Arquitecto Mayor de las Reales Obras. En 1814, y a iniciativa de las Cortes, se edifica un monumento a los caídos en Madrid el 2 de Mayo de 1808, para lo cual se llamó a un concurso, siendo el ganador Isidro González Velázquez, quien realiza como obra de gran envergadura la correspondiente a la Plaza de Oriente.








En 1830 León Gil de Palacio desarrolla una maqueta de la ciudad que en la actualidad se conserva en el Museo Municipal de Madrid. Esta maqueta hace ver claramente los efectos de los derribos y plazas del nuevo Madrid. El neoclasicismo madrileño encuentra, a mediados del siglo XIX su fin, la arquitectura intenta buscar un origen español y aparecen las arquitecturas historicistas que miran el pasado.


La arquitectura de la época isabelina pusieron de moda un cierto gusto por lo árabe, imitando en cierta manera los monumentos de ciudades como Granada, Sevilla y Córdoba. Este período se abre en la ciudad con la popularidad de la arquitectura neomudejar. En la Exposición Universal de Viena (1873) se construyen los pabellones españoles en estilo neomudejar. El arquitecto Emilio Rodríguez Ayuso es el iniciador de la corriente mudejar en los edificios populares como la Antigua Plaza de Toros (1878). Dicho arquitecto evoluciona el neomudejarismo hasta alcanzar un eclecticismo que se desarrollará completamente en el edificio de las Escuelas Aguirre. Otros seguidores de este estilo arquitectónico en Madrid son Lorenzo Álvarez Capra que diseña la Iglesia de la Paloma


El estilo neomudejar comienza a aparecer en lugares de recreo como el Frontón Beti-Jai (1894) y en teatros madrileños como el Alhambra y el María Guerrero. El estilo se propaga a templos religiosos. Algunos edificios civiles como la desaparecida Fábrica Gal . Entre el último cuarto de siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, uno de los estilos más característicos es el neomudejar. La popularidad del estilo se hizo patente en la Exposición Universal de París (1878), obra de Agustín Ortíz de Villajos. 


Aparecen nuevos diseños como la Escuela de Minas de Madrid, edificada en 1888, y el edificio del Ministerio de Fomento de Ricardo Velázquez Bosco. A finales de siglo se construyen casas vivienda de renta alta en el espacio que va desde el Retiro hasta el Paseo del Prado. Surgen dos obras finales del siglo XIX: se trata, por una parte, del edificio del Banco de España, el otro es el de la Bolsa de Madrid. En 1860 se aprobaba el Plan de Ensanche del ingeniero Castro que proponía la urbanización y construcción de ocho barrios de trazo moderno y regular a los que preveía de jardines, plazas y servicios públicos, compuestos por manzanas de edificios de tres alturas con patios interiores ajardinados. El proyecto se puso en marcha parcialmente debido a trabas administrativas, legales y económicas.








La crisis del estilo del neoclasicismo como estilo único coincidió con la del absolutismo político. Algunos de los arquitectos del neoclasicismo continúan ejerciendo en los inicios del reinado de Isabel II. Uno de los ejemplos es el edificio del Congreso de los Diputados, siendo una de las obras más importantes a comienzos del siglo XIX. 


La Catedral de la Almúneda nace en un principio como un templo madrileño que sustituye a la vieja iglesia de Santa María derribada por reformas urbanas. El primer arquitecto encargado es el Marqués de Cubas, sus primeros diseños se acercan al neogótico. El proyecto sufriría varias interrupciones, cambios de arquitectos, de criterio, de presupuesto dedicado a la obra y de estilos arquitectónicos.


Entre los primeros arquitectos españoles diseñadores de estructuras de hierro se encuentra Eugenio Barón que construye el primer puente sobre el río Manzanares en 1861. Pronto se construye el Mercado de la Cebada y de los Mostenses. La revolución de septiembre de 1868 impediría la realización inmediata de estas obras.


La corriente arquitectura historicista comienza a surgir a finales del siglo XIX. Las publicaciones de Eugène Viollet-le-Duc se hacen muy populares entre los arquitectos españoles de este período, siendo una de las causas de que los estilos regresen a modelos anteriores. Las reformas de la Puerta del Sol  y los ensanches promovidos por la Ley de Reformas Interior dan lugar a nuevos escenarios de construcción en el centro de Madrid.


El modernismo se propaga a lo largo de diversas variantes a lo largo de la arquitectura madrileña. Algunos arquitectos fueron migrando desde posiciones eclécticas a un modernismo moderado o eclecticismo moderado. Otros realizaron obras premodernistas como el caso de José Grases Riera que diseña en el Retiro de Madrid un monumento a Alfonso XII (1902). En el año 1904 se celebra en Madrid el VI Congreso Internacional de Arquitectos tomando como sede el edificio del Ateneo de Madrid. Uno de los edificios que se remonta a esa época de transición es el Casino de Madrid. Algunos arquitectos se hacen eco del modernismo, como es el caso de Eduardo Reynals Toledo, quien lo desarrolla en la Casa de Pérez Villaamil. Otros jóvenes, como Carlos de Luque López y García Calleja adoptan el modernismo desde sus inicios. 









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